
¿Te has topado con conductores extremadamente agresivos o imprudentes?
¿Más de una vez te has peleado con alguien mientras conduces?
Seguramente todos los que conducimos un vehículo nos hemos enfrentado con estas situaciones que pueden resultar desgastantes.
La manera en cómo afrontamos los problemas al volante nos puede ayudar a prevenir consecuencias graves, pues está en juego nuestra propia seguridad y la de los demás.
Nuestro vehículo casi siempre, es percibido como una extensión de nuestro espacio personal, por lo que la gente suele ser especialmente sensible ante una agresión en este aspecto.
Una maniobra brusca que nos cierre el paso o que se nos adelanten de repente puede ser un motivo para que se detonen varias (o todas) estas reacciones:
- tocar el claxon violentamente,
- insultos,
- intentar alcanzar al conductor para buscar revancha,
- infringir normas de tránsito
- incluso, producir un accidente vial.
A esto se le conoce como el síndrome de ira al volante.
Si tuviste un día pesado y te ocurrió esto mientras ibas de regreso a casa o al trabajo, no lo podríamos catalogar como síndrome de ira al volante.
Sin embargo, si ésta es tu respuesta habitual mientras conduces, deberías considerar que te encuentras en un riesgo significativo.
¿Qué provoca estas reacciones de ira al volante?

En nuestra cabeza existe una pequeña estructura llamada amígdala cerebral, cuya función es procesar y almacenar nuestras reacciones emocionales.
En otras palabras, nos ayuda a darle un sentido emocional a las experiencias; precisamente por esto también está relacionada con nuestros traumas infantiles.
En el ámbito vial, en muchas ocasiones las maniobras bruscas realizadas por los conductores se deben a un mal cálculo o a las prisas.
El problema está cuando nuestra amígdala lo interpreta como una ofensa personal y desencadena respuestas peligrosas cargadas de ira.
¿Qué hacer ante estas sitauciones?

Es entendible sentir enojo cuando alguien nos hace algo injusto o nos ha perjudicado, pero también vale la pena reflexionar sobre qué tan funcional es comenzar una riña con otro conductor.
¿Qué ganarías al respecto? Quizás desahogarte, vengarte o probarle al otro que eres más temerario, pero ¿y las consecuencias? Piensa muy bien a quien expones, incluso si eres sólo tú mismo.
Como planteó el emperador romano Marco Aurelio:
“Elimina la importancia que le das, y eliminas la queja *Me han ofendido* Y la ofensa ha desaparecido…”.
El hecho de que nuestra amígdala produce estas reacciones emocionales no nos libera de la responsabilidad que tenemos al momento de elegir cómo actuar.
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Es falso si te dices que no lo puedes controlar. Más bien no sabes cómo.
La amígdala funciona con el aprendizaje. Si tus emociones te están rebasando cuando estás al volante, enfócate en lo que has aprendido, recuerda que no necesariamente es una ofensa personal; y aún si lo fuera, ¿vale la pena?
A algunas personas les basta con ser más conscientes de esto y empiezan a modificar sus hábitos. Otras requieren de un apoyo especializado para aprender a manejar el síndrome de ira al volante.
De cualquier manera, la próxima vez que estés ante esta situación, recuerda todo lo que está en juego y piensa cómo vas a actuar.
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